LETRA PEQUEÑA
Y se
ríe, mientras aprieta el cuello de su
víctima. No puede evitar sentir placer al ver cómo una mueca le mira pidiendo
clemencia. El placer que jamás ha experimentado en ninguna otra situación. La
sangre se para a la altura de la yugular, dejándole la tez pálida. Tiene que
apretar con todas sus fuerzas para que su placer sea orgásmico. Es la tercera
víctima y la primera que vomita un espantoso espumarajo amarillo. Le arranca
las bragas y abandona el cadáver en medio de la espesura. Es noche cerrada en
la C-32, donde ha aparcado el coche y ha preguntado cuánto.
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