LETRA PEQUEÑA




Y se ríe,  mientras aprieta el cuello de su víctima. No puede evitar sentir placer al ver cómo una mueca le mira pidiendo clemencia. El placer que jamás ha experimentado en ninguna otra situación. La sangre se para a la altura de la yugular, dejándole la tez pálida. Tiene que apretar con todas sus fuerzas para que su placer sea orgásmico. Es la tercera víctima y la primera que vomita un espantoso espumarajo amarillo. Le arranca las bragas y abandona el cadáver en medio de la espesura. Es noche cerrada en la C-32, donde ha aparcado el coche y ha preguntado cuánto.

© Gaelia 2017





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