INSTINTOS
Jugábamos con la pelota en casa, mientras mamá trabajaba en
el almacén hasta tarde. Las tardes de invierno son interminables, sobre
todo si tienes un hijo de cinco años que solamente quiere jugar. Aquella tarde
me encontraba cansado y agobiado por la atmósfera fría, por su eterna ausencia.
Adrián seguía tirándome la pelota amarilla, hasta que decidí mandarla hasta el
pasillo oscuro que llevaba hasta la puerta de la calle. Fue tras ella y al
llegar al pasillo, se paró, me miró y, tras pensarlo un momento, volvió hacia
mí buscando mis brazos.
Gaelia 2016
Gaelia 2016
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