BATAS AZULES
Su cuerpo dentro de aquél pequeño habitáculo es incapaz de
moverse. Su cara desprende una mueca de terror. Su voz no sale de su garganta.
El hombre de la casa llega al lavadero y cierra la puerta de la máquina con
suaves gestos, casi sin percibir lo que hay dentro. El técnico oye cómo el
botón programador es manipulado y percibe el click del interruptor de
encendido. El agua empieza a adentrarse en el bombo con suavidad, con la
dulzura propia de una fuente. “Programa corto”, piensa para sus adentros. El
agua no alcnza mucha temperatura por lo que cree que el centrifugado tampoco
será el más severo. En aquél lujoso barrio de la Vía Augusta, sabe que casi
todo es fachada y que el agua caliente no es muy habitual en las casas con
sirvientes. Por lo menos no se abrasaría. Soporta como puede el acoso del
centrifugado, aguantando la respiración durante dos interminables minutos, a la espera de que
por fin aquella maldita puerta pueda abrirse. Mientras la lavadora centrifuga,
la bomba de desagüe empieza a trabajar, empujando al técnico hacia las
conducciones del edificio. Piensa que aquél es su final y viendo una luz
inmensa a lo largo de los bajantes, recuerda cómo ha sido su vida. Llega al
alcantarillado de la calle Rector Ubach y sin apenas resuello queda sentado y mojado,
viendo junto a él tres cadáveres con bata azul y la etiqueta del SAT.
Gaelia 2017
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