HÉROES EN PANTUFLAS

No conservo muchas fotos de mi padre. Apenas una docena y todas de mayor. Fue un niño de la posguerra, hijo de viuda y con hambre a todas horas. En aquellos años no había posibles para retratos, lápices para el colegio o zapatos de temporada. Creció con sus cabras, su campo y los comedores sociales de la Acción Católica.  Se casó con mi madre y estuvieron juntos toda la vida, hasta que ella nos dejó inesperadamente en 2017. Él se quedó sin guía, sin timón y perdido como cuando era niño.

Después de un tiempo y visto que la salud se le estaba acabando, mi padre se fue a vivir a una residencia de ancianos a pocos metros de mi casa. Gracias a eso,  puedo visitarlo a diario, seguir su vida, sus rutinas y, sobre todo, estar cerca de él. Hacía años que no lo veía reír como lo hace ahora. Basta una vieja anécdota, un chiste, una vivencia nueva para que enseguida le encuentre, como buen sevillano, un lado cómico.

Con el coronavirus y su confinamiento, me ha asaltado el terror al ver cómo las residencias de mayores se han convertido en ratoneras, donde mueren a diario cientos de personas indefensas y donde se han vivido escenas terribles. El corazón se para al saber que mi padre está en una de ellas y no podemos hacer nada más que hablar con él por su móvil y saber que se encuentra bien. A pesar de su edad y sus dificultades, ha sabido manejarse con el móvil y eso nos está sirviendo para sentirnos un poco más cerca. Después de tantos días de encierro, su corazón se ha quejado y no hubo más alternativa que derivarlo a las urgencias del hospital comarcal. Sentí que perdía a mi padre. Estar cerca de tantos infectados por el virus era demasiado peligroso para una persona de ochenta y cuatro años. Me temía lo peor.

Mi padre volvió a la residencia en el mismo día en que fue derivado al hospital. Confinado en una habitación solo, por si traía el virus en su cuerpo, nadie puede acercarse a él. Mi padre resiste tanta dificultad porque sigue siendo aquel niño que apenas tuvo para retratos, lápices para el colegio o zapatos de temporada. Aquellos años duros templaron su carácter y ahora hace frente a la pandemia con un cuerpo dolorido y mucho humor. Mi padre es mi héroe y quiero seguir la estela que ha dejado en este mundo.

Los siento, me tengo que ir. Me llama mi padre al móvil.

© Gaelia 2020

Comentarios

Entradas populares de este blog

ULTIMAS TARDES CON GAELIA

MÁS ALLÁ DEL AMOR

PLAN GENERAL CONTABLE