CUENTOS CHINOS


Cuentos chinos

中國故事














La lengua resiste porque es blanda; los dientes se quiebran porque son duros.
Proverbio Chino.









Hace unos meses que una familia de chinos se ha mudado a mi bloque. Parece que son gente afable y amistosa porque  hasta hoy no han dado motivo de queja entre los vecinos de toda la vida. Siempre que viene alguien nuevo a vivir a la finca, estamos como en tensión y durante nuestros viajes en el ascensor, suele ser conversación recurrente el comportamiento y actitudes de los vecinos que alquilan el 3º1ª, en lugar de hablar del tiempo como todo el mundo. Todos estamos contentos con la familia Chiaohiyng porque son gente que apenas molesta, ni levantan la voz, ni ponen música bakalao como el cafre de Christian, el niño del 1º. Mi vecina Angelita dice que es muy extraño ver tanto chino adulto y ningún niño, que seguro que los tienen ocultos en el piso para que no vayan al colegio y se contaminen con nuestras costumbres de comer jamón extremeño o jugar en verano en la calle hasta las tantas. ¡Ya empezamos con las leyendas urbanas sobre los chinos!, que si no hay entierros de chinos, que si rellenan los rollitos de primavera con gato, que si no pagan los mismo impuestos que nosotros… Y es que no hay nada peor que el desconocimiento mutuo. Mi mujer, que trabaja en un taller de arquitectura, me ha dicho que los permisos municipales de apertura para los comercios de los inmigrantes,  pagan las mismas tasas que cualquier fulano nacido en Fregenal de la Sierra o en Calasparra, o sea que eso de que los chinos no pagan impuestos durante cinco años por amnistía fiscal, es un camelo. Si fuera así y conociendo el ingenio que para la picaresca tiene el nacional, seguro que más de uno con pelo como el azabache y acento de extrarradio, enseñaría un DNI en donde dijera: Nombre, Juan Lee González, nacido en: Meing Kao (China). ¿Se imaginan la cara del funcionario municipal al mirar a Juan por encima de las gafas con cara inquisidora?, vamos, como no creyéndoselo y el Juanillo sabedor de que no cuela, le diría: Qué pasa, ¿qué no se cree que mi padre era chino?. ¡Venga ya, hombre!.

Mis vecinos los Chiaohiyng, que en realidad no sé cuántos son porque todos se parecen mucho, tienen un comercio de todo a cien o, mejor dicho, todo a un euro o más, y sobre todo venden figuritas de porcelana y menaje recién traído del Gran Dragón de Oriente, que es así como también se llama el comercio. En alguna ocasión he entrado y verdaderamente “tienen tela” estos chinos. Hay un chino vigilando en cada pasillo; si cambias de pasillo para no sentirte observado, te encuentras a otro inmediatamente en el nuevo pasillo, entonces haces el amago de cambiar de pasillo y ves como el chino quiere seguirte. Alguna vez he pensado hacer como cuando de niños jugábamos a pillar en la calle, mover una pierna como para cambiar de lugar, pero en realidad vuelves al mismo sitio, y comprobar la cintura de quien no te quita ojo. 

El comercio está cargado hasta los topes de figuritas de todas clases, toda suerte de elementos de ornato y en un rincón, como marginado de todo lo demás, la sección del “tapergüer”. Y digo yo, ¿qué tendrá que ver la fina porcelana china con los prácticos botes de plástico, de diseño robado?. Mi vecina Angelita dice que lo de las fiambreras es porque hubo un robo de un trailer cargado de estos cacharros, en la zona del aparcamiento de camiones
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del polígono industrial de mi barrio y por eso los chinos tienen tanta cantidad de ellos. Y digo yo, que para llevarse un trailer lleno de “tapergüeres” haría falta otro trailer igual de grande y no veo yo a los Chiaohiyng descargando un trailer y cargando otro, vestidos de ninja por si les pillan “trabajando” en la zona industrial. A la hora de comprar para mi madre una de sus figuras de porcelana, me preguntaba si la porcelana china comprada en la tienda de mis vecinos sería la misma que la porcelana de los jarrones de la dinastía Ming; porque digo yo que la porcelana china es la porcelana china, aunque la compres en un todo a cien ¿no?.  Otro comercio chino que se ha afianzado entre nosotros son los restaurantes chinos y mira que cuando pasas por delante de alguno, siempre están vacíos, pero oye, ninguno cierra. Mi vecina Angelita dice que los usan como lavadero de sus “granujerías” y bueno, pensándolo bien, tal vez mi vecina tenga razón, porque tanto chino vestido de camarero y tan poco cliente no es muy normal, a no ser que el Ayuntamiento les haya perdonado el pago de tasas e impuestos durante cinco años. ¡¡Ahí te he pillao, bacalao!!. Ya sé por qué pueden aguantar estos negocios tanto tiempo, y también porque, según dice mi vecino Damián que es hombre de campo, limpian de gatos los barrios donde ponen un restaurante. Yo no me lo creo, pero sí he notado que últimamente hay en el barrio muchos botes de plástico con agua y comida en los alcorques de los árboles y nadie sabe quién los pone. Creo que mi vecino Damián necesita descansar durante un tiempo en su pueblo. Gato en los rollitos de primavera; hay que estar “pallá” para pensar semejante majadería.

El todo a cien lo han puesto en el local en que Manolo Ciruelo tuvo su bar durante más de treinta años. El Ciruelo, que trabajó más que un chino durante toda su vida,  se jubiló y dejó a la mitad de los mayores de estas cuatro calles sin el lugar donde echar la partida por las tardes. Cuando entras en el Gran Dragón de Oriente, todavía parece percibirse el olor a gambas a la plancha o a chocos, es curioso. El olor se ha quedado ahí permanentemente como impregnado en todos y cada unos de los poros del yeso de las paredes. Y es que eso sí era un bar como debía ser un bar, no como los que ahora abren en cualquier ciudad con pretensiones de este país. Ahora a los Ayuntamientos les ha dado por el diseño y todo lo que esté en el entorno de la hostelería, debe tener su diseño particular. También los empresarios del sector se han entregado a la moda del diseño y visten sus locales con ambiente de nave espacial o quirófano y claro, tu vas a pedir una caña, la caña de toda vida, vamos, y te sirven la cerveza en un vaso de flauta que cuando lo agarras sediento, tienes que aguantarlo como si fueras un equilibrista de circo. Ves en estos bares una retahíla de grifos de cerveza y te preguntan ¿la quiere negra, rubia, tostada…?, joder, que he pedido una cerveza y no una señorita que te regale los oídos. Estos locales son fríos, decorados con acero inoxidable y luz más bien escasa; total que he pensado que para este tipo de locales estaría bien que hubiera una fila de camillas, te tumbaran en ellas y te pusieran el gotero con tu cañita, tu vermouth o tu café;  y los camareros te sirvieran con una mascarilla en la boca, por si acaso. Creo que este sistema, si llega a triunfar definitivamente en el futuro, acabará con el juego de los chinos, sí ese en el que varios jugadores disponen de tres monedas y apuestan cuántas
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tienen en sus manos cada uno de ellos, porque ya se sabe que si estás tumbado y con tu cerveza en el gotero, pues es incómodo esconder las manos en tu espalda y sacar una de ellas con las monedas escondidas. Si no lo creen, pruébenlo y ya verán. A los tres minutos te coge un dolor de cervicales que pa qué. Y claro, el juego de los chinos es el que sirve para saber quién paga la ronda y si no hay juego de chinos, pues se paga a escote y entonces a un servidor ya no le sale a cuenta ir al bar a “echar un rato”, porque no sé si sabrán que soy un fenómeno con los chinos. ¡¡Y vuelta la mula al trigo con el tema de mis vecinos los Chiaohiyng!!, “cagontó”. Si me he desviado del tema, precisamente, para olvidarme un rato de esta buena gente, pero ya veis es como una obsesión poco a poco ha calado en los lugareños del país y yo no iba a ser menos. Cuántas partidas de chinos jugó mi padre y sus amigos en el bar del Ciruelo… Les decía que eso sí era un bar y por la existencia de ese tipo de locales, mi padre decía que España era la última reserva espiritual de occidente o más bien creo yo que eso era un interpretación muy peculiar de la propaganda del régimen. ¿Por qué decía eso mi padre?, pues muy sencillo, porque cuando entras en un local de estos,  ves en el suelo una alfombra de deshechos,  como cáscaras de cacahuetes, cabezas de gambas, colillas y el que está detrás del mostrador, con ánimo de engañarte como a un chino, te recibe con una servilleta en el hombro llena de manchas y, por aquel entonces, con una faria en la boca. Pero lo que más me gustaba de aquellos locales que marcaban la impronta de nuestra esencia como país, era el letrero en el que se leía: “por razones de higiene, se prohíbe escupir”, je, je, vamos, que se tenía que argumentar la prohibición de escupir, “por razones de higiene”,¡nos ha “jodío”!. O aquel otro que decía: Hoy no se fía, mañana sí. Y claro, volvías mañana para que te fiaran y claro, mañana era hoy; y entonces mañana nunca era, ¿lo entienden?, ¡que quiero decir que nunca te fiaban, hombre ya!. 

Manolo tenía en su mostrador unas tapas que quitaban el sentido de buenas. Gambas al ajillo, cocidas, mejillones con picadillo, chipirones, chocos, patatas con alioli, a la brava, calamares a la romana, rabas, jamón de Huelva, lomo en caña, queso de varias clases y lo que rompía con la pana, eran los caracolillos en verano. Los vecinos se sentaban en la terraza del bar con la cerveza y el vaso de caracoles y se oía desde la otra punta de la calle,  los sorbos sobre la concha de los caracoles para que salieran de su escondite, ¡qué tiempos!. Je, ahora vas a pedir una tapa en unos de esos bares de diseño, y aparte de que solamente te vale la Visa Oro, no sabes lo que estás comiendo. El otro día, entré en un  local de moda y tuve que pedir algo para picar y pedí para acompañar el aperitivo, “Espuma de pollo al aroma de frutas del bosque”, 15 euros del ala. Cuando me trajeron el plato, el mismo ocupaba media mesa y en medio una mancha verde que se supone que era la dichosa espuma. Enseguida pensé; “joder, parece que el pollo ha estado en plato, se ha “cagao” y si te he visto no me acuerdo”. Me imaginaba al pato corriendo, mirando hacia atrás y haciéndome un corte de mangas. Y es que mi amigo Xavi Gusi, me ha dicho que su primo trabaja en un almacén donde preparan tapas de estas precocinadas. Resulta que congelan el alimento en una bolsita que apenas ocupa dos pastillas de esas de caldo de pollo y no digo Avecrem por no hacer

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publicidad. Pues bueno, la tapa viene a ser eso, dos pastillitas de caldo. El del bar no tiene más que sacarla del congelador, meterla en el microondas, poner
en marcha el horno durante dos minutos y ¡“ale hop”!, ya tienes tus bravas, tu carne con tomate o tus croquetas de la abuela. El alimento se hincha, se calienta y listo. Eso sí, tienes que tener cuidado porque si te pasas del tiempo que te indica el fabricante, en vez de pimientos del padrón, te puede salir pulpo
a la gallega, o sea que la base siempre es la misma y lo que diferencia la tapa que sale del horno es el tiempo que la tienes dando vueltas. ¡Mandahuevos!.

Yo les he dicho a mis vecinos, porque ya les he cogido un poco de confianza, que quiten el Gran Dragón de Oriente y pongan un bar de tapas pero no de tapas chinas como Uds piensan, de tapas nacionales de toda la vida. La tortillita, el pescaíto, los pinchos de chistorra, la morcilla de Burgos… En estos días, hablando de nuestros amigos los chinos,  mi amiga Ana me ha dicho que ha visto uno de estos nuevos bares en la Avda. Río de Janeiro, o sea un bar regentado por gente oriental pero con aire cañí. ¡Y cómo se pone los fines de semana!, porque estos chinos son gente muy inteligente y se dejan de monsergas, que si Carod-Rovira, que si Zaplana, que si Zapatero, que si Ibarretxe, que si patatín, que si patatán. Deja a los chinos y mira cómo aprovechan todas las oportunidades que se le presentan para llevarse el gato al agua. Lo único que les diferencia de un bar que puedas encontrar en cualquier Plaza Mayor castellana, es que quien te sirve tiene los ojos rasgados y habla cambiando la erre por la ele, porque por lo demás… Me dice Ana que se comió con su marido unos callos con chorizo, que no se los saltaba un galgo, cuatro cervezas y un polo de chocolate para el niño y total, salieron por doce euros. ¡Eso sí que son esencias y personalidad y nada de banderas ni de lenguas! Porque como dice un viejo proverbio chino, la lengua resiste porque es blanda; los dientes se quiebran porque son duros. Quien mejor se sabe adaptar a su tiempo es el que sale ganando; y qué sabios son estos chinos, ¿verdad?.




FIN





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