MERITOCRACIA
Espero el milagro porque es lo justo, fue lo que me dijo Céspedes por
teléfono. Fue una conversación sobre la que no pude opinar, solamente escuchar.
Se había pasado dos años acudiendo a la reunión semanal con Fernández y su
equipo. Él frente a todos aquellos capullos de cuello blanco. En una
habitación sin ventana, llena de ordenadores viejos. Se había batido el cobre por conseguir el
proyecto para su departamento y lo había conseguido. Como premio habían
ascendido a Salazar, que no había asomado la cara cuando era necesario. Céspedes
había amenazado con hablar, a menos que la Dirección reconsiderara el
nombramiento.
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