EL CANTO DEL CANARIO
Mi padre, cuando salía de viaje, siempre me dejaba al cuidado de sus
canarios. Me había acostumbrado desde muy pequeña a frecuentar el
mercadillo de los pajaritos que cada domingo, desde que recuerdo, se
pone en La Plaza de los Pajaritos. Mi padre siempre me llevaba con él
cuando salía muy temprano a llevar a sus canarios para que los criadores
que allí se reúnen vieran las bondades de sus ejemplares. El primoroso
canto de los pájaros impregnaba el plácido ambiente, sobre todo en
primavera que es cuando los canarios están en su máximo esplendor. Los
había extraordinarios, con cantos que duraban minutos y minutos y de una
gran belleza. A mí me gustaban sobre todo los ingleses, pues parece que
llevan una boina sobre la cabeza y eso me hacía mucha gracia. Cuando
cuidaba yo los animales que mi padre me dejaba, intentaba que cuando
volviera los encontrara mejor que cuando se fue. Lo más trabajoso era
cuando ponía una pareja para que criaran polluelos; necesitaban los
pequeños un cuidado especial, bizcocho con leche a diario, agua limpia y
vitaminas.
Cuando mi niño nació, mi padre le regaló un hermoso
canario inglés y desde hace un tiempo, mi hijo se ha acostumbrado a ir
los domingos a ver a su abuelo a la Plaza de los Pajaritos..
Gaelia 2002
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