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Mostrando entradas de septiembre, 2015

LA ENTREGA

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Estábamos esperando en nuestro Altea XL 140 caballos, con el motor en marcha. Llevaba el dinero conmigo, tal como había acordado con Massana, el encargado del desguace de Terrassa. Veinte mil euros que nos habían entregado esa misma mañana en un discreto despacho de la empresa Leasing Control. Estaban hartos de pagar por los robos de los vehículos bajo su control. Tampoco querían trasladar más casos de robo a su compañía de seguros, pues estaban seguros que las operaciones en ciernes corrían serio peligro de fructificar. Tenían demasiados robos y más de un sillón corría el riesgo de desaparecer para siempre. Habían decidido reducir como fuera aquella sangría que suponía pagar cada vez cuarenta, cincuenta o sesenta mil euros, por un cuatro por cuatro sobre el que se había firmado una reciente operación de leasing. Se acabó. Cerraron el grifo y ningún vendedor de su red podría hacer contratos para ese tipo de vehículos. La cartera de los vehículos que tenían, intentarían venderla a alg

EL CANTO DEL CANARIO

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Mi padre, cuando salía de viaje, siempre me dejaba al cuidado de sus canarios.  Me había acostumbrado desde muy pequeña a frecuentar el mercadillo de los pajaritos que cada domingo, desde que recuerdo, se pone en La Plaza de los Pajaritos. Mi padre siempre me llevaba con él  cuando salía muy temprano a llevar a sus canarios para que los criadores que allí se reúnen vieran las bondades de sus ejemplares. El primoroso canto de los pájaros impregnaba el plácido ambiente, sobre todo en primavera que es cuando los canarios están en su máximo esplendor. Los había extraordinarios, con cantos que duraban minutos y minutos y de una gran belleza. A mí me gustaban sobre todo los ingleses, pues parece que llevan una boina sobre la cabeza y eso me hacía mucha gracia. Cuando cuidaba yo los animales que mi padre me dejaba, intentaba que cuando volviera los encontrara mejor que cuando se fue. Lo más trabajoso era cuando ponía una pareja para que criaran polluelos; necesitaban los pequ

EN OTRO LUGAR DE LA EXISTENCIA

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Salí como cualquier otro domingo de los últimos cinco años. Cogí mi bicicleta del garaje y me dirigí a los Cuatro Caminos, en donde nos reuníamos los del grupo ciclista. Aquel día nos fuimos camino a las Cuevas de Las Cruces a unos 70 Kms. del lugar de reunión. Habíamos pasado el mojón del kilómetro 40 cuando un Tontini XRI  nos arroyó al tomar una curva de la autovía. Fuimos cinco los ciclistas alcanzados. A dos de nosotros nos ingresaron en la UCI del hospital comarcal. Allí he estado durante más de tres meses asistido por máquinas, tubos y toda una familia galénica que soy incapaz de describir.. Hace dos días que desperté de mi sueño. Al hacerlo vi junto a mi cama  a unos compañeros ciclistas que pasaban iban conmigo el día que ocurrió todo. Hoy he regresado a casa y he visto a mi mujer y mis dos hijos abatidos en el sofá. Sobre la mesa de centro unas esquelas, una póliza de seguros  y un catálogo de lápidas. Gaelia 2003

PREMONICIONES

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Cenaba junto a la chimenea de un lugar que no conocía. El calor del fuego daba una sensación de bienestar que invitaba a permanecer allí durante mucho tiempo.  Las paredes de la estancia eran blancas y casi no había mobiliario que acompañara a la mesa  y las sillas, ni tan siquiera un televisor. Degustaba con placer la comida que había sobre el plato y junto a mi estaba mi abuela Carmen que murió en mil novecientos ochenta y cinco. Me avisaba del peligro que corría mi vida y la de los míos, aunque no puedo recordar qué mal me acechaba. Yo asentía con resignación y le decía que no se preocupara pues soy hombre precavido y todos mis actos están sujetos a un código de prudencia heredado de mi padre. Me sentía muy bien en aquella situación de abundancia  y de compañía, aunque me asustaba que mi querida abuela me hubiera venido a visitar con tanta angustia en su cuerpo. Noté unos pequeños golpes sobre mi brazo derecho, que se encontraba desnudo sobre la tapadera de la cama. M

EL FLORIDA

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El Florida era uno de aquellos cines de reestreno que había hace unos años en las grandes ciudades. Era el único cine del barrio y era lugar de encuentro de gran parte de la juventud de aquel lugar. Para ir al cine nos vestíamos de domingo para ver dos películas y el NODO, aquel noticiero que régimen de Franco obligaba a pasar a los empresarios del cine, antes de la sesión. En el Florida siempre pasaban dos películas en sesión continua. Era un cine enorme de unas mil localidades y donde había visto a gente que, a pesar no poder disponer de su asiento, preferían ver la película de pie, en el pasillo. Ben Hur, el Zorro, los epaguetti western, los clásicos de Bruce Lee, donde los niños salíamos del cine dando patadas y golpes a todo lo que se moviera, hasta que nuestro padre o madre nos arreaban un sopapo porque nos íbamos a hacer daño o le íbamos a dar un golpe a cualquier niño y se iba a formar un lío con sus padres. Las famosas películas del destape español, con Esteso