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SECRETO DE SUMARIO

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En qué momento de la educación de su niña habían empezado a equivocarse. Eso era la que se preguntaba Galo Aguilar mientras conducía su viejo Nissan. Después de todo, ellos se habían dejado el alma y la mitad de su reducida nómina en aquél colegio de la parte alta de la ciudad. Aguilar  se había convertido en un saco de huesos y alcohol y Lola, a su lado, un bellezón que cada día estaba de mejor ver. Llevaba consigo la Walther P99 por si era necesario tirar de pistola. La niña se casaba con un traficante y él se disponía a evitarlo. Gaelia 2015

DESDE LA VENTANA INDISCRETA

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La besa con suma conciencia para no equivocarse, para no desvelar el secreto de su presencia. Ella se entrega al baile lascivo de su visitante, sin importarle el antro adonde le había llevado. -Quiero otra copa, quiero que no te vayas, quiero sentir tu fuego. Dámelo y haz conmigo lo que quieras. No se preocupe la señora. Tendrá todo lo que quiera tener. Solamente quiero que mires hacia la ventana. Siento lo que te doy porque voy a cobrar el doble. Mira la luz. Cierra los ojos. Date la vuelta y échate el pelo para atrás. Las fotos valdrán una fortuna. Gaelia

LOCURAS

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Abandonan, primero uno y luego el otro, la habitación del hotel. La luz de la tarde invade el pasillo que les lleva hasta la zona de ascensores. Málaga llena sus sentidos desde el cuarto piso de un hotel del centro. Se han amado lascivamente, como cuando tenían veinte años y apenas se conocían, como ya no pensaban hacerlo jamás. Se han besado como lo hicieron cuando eran niños, sin casi verse en la penumbra de la habitación, acordando tácitamente los excesos de un amor contenido en un frasco de perfume francés. María Zambrano les despide con una leve sonrisa, una canción de otoño y un aluvión de recuerdos. Gaelia 2015

COLECCIONISTA DE RELOJES

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Se me acercó López Lozano contándome una anécdota sobre el último partido del Betis. Estuvimos discutiendo amistosamente sobre si la jugada de Denilson en el área del Athletic Club fue o no fue penalti. Sin llegar a un acuerdo sobre la cuestión, me enseñó un reloj de esos que él suele coleccionar.  Aparte de mechero, el reloj era un artilugio que una vez pulsadas las coordenadas oportunas se convertía en trampa para visitas inoportunas o pesadas. Iba acompañado de un felpudo especial que debía ponerse en la entrada de la vivienda en cuestión. Debajo de ese felpudo se escondía un agujero que te llevaba al pozo ciego más cercano al domicilio en cuestión. Sólo hay que ojear a través de la mirilla de la puerta y pulsar las coordenadas del reloj; si el capullo que hay detrás es una visita indeseable, el felpudo se abre como si se tratara de una trampa para elefantes, llevándole a hacer el viaje sin necesidad de haber comprado billete. Gaelia 2002

JOSE LUIS

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Estaba leyendo el segundo capítulo de La Reina Descalza en mi sillón orejero,  cuando me sobrecogí porque un cuadro de la habitación se había caído. Era una marina pintada al oleo, uno de aquellos paquebotes que transportaban sal desde Formentera a Barcelona, a principios de siglo XX. Estaba muy bien resuelto, con mucha gracia y temple. La luz que reflejaba en el agua del mar, estaba pintada con muchísima delicadeza. Cada punto de luz, cada elemento de color, con una maestría indescriptible. Lo había pintado mi amigo José Luis, cuando empezó con esto de la pintura y ya daba muestras de que iba a ser un buen pintor, admirado por una legión de seguidores. Me lo regaló para mi boda y se lo agradecí colgándolo en una lugar distinguido dentro de mi humilde vivienda. No pudo venir a la boda y se disculpó porque siempre tenía algún achaque consecuencia del atropello que sufrió de niño. Jugábamos a una cosa que no sé si se jugaba fuera de mi ciudad, algo a lo que llamábamos “la lima”, q