Entradas

Mostrando entradas de enero, 2022

ALGORTA

Después de trece meses de vida militar, habíamos forjado una gran amistad. Nos despedimos en la Plaza de los Fueros de Estella, con un abrazo y un trozo de papel en la que nos escribimos nuestras señas y teléfonos. Nunca he sabido dónde fue a parar aquel papel que me dio mi amigo "Algorta". Nos prometimos que el día de nuestro cumpleaños nos llamaríamos para saber cómo nos iban las cosas. Cumplí veintiun años un día de mayo de 1988 y estuvo toda la tarde pendiente de la llamada que mi amigo me haría. Esperé impaciente hasta que mis amigos me llamaron para que fuéramos a tomar unas cervezas y celebrar mi cumpleaños. Volví a casa ya muy tarde y, casi sin hacer ruido,  pregunté a mi madre si alguien había llamado. Me dijo que sí, que un amigo de Algorta me llamó para felicitarme. Le pregunté si le había dado su teléfono, pero no tuve suerte.  Desde aquel día, cada quince de mayo, me acuerdo de mi compañero de fatigas y acabo pensando que, como a mí me pasó, habrá perdido mis señ

LAS LUCES DEL ALBA

Me levanté como cualquier día, a eso de las siete. Era final de agosto y la luaz entraba por la ventana que había quedado abierta toda la noche. Me dirigí al salón y me asomé al balcón para ver qué día íbamos a tener. Miré y comprobé que el paisaje era distinto. Había bastante gente por la calle y no había plataneros sino palmeras. Ya no estaba el edificio de enfrente, donde cada mañana veía a la vecina rondar por la cocina preparando el desayuno; lo había sustituido un edificio que parecía un hotel. Miré a la izquierda para comprobar si la autovía del Llobregat iba cargada, como cada mañana, pero ya no estaba; en su lugar alguien había puesto un gran campo de naranjos. Miré al hotel y ví cómo mi suegra salía por la puerta, vestida de deporte. Dejé el balcón y entré de nuevo en el salón. Una ducha, un café cargado, un magdalena y zumbando para la oficina.  Cuando volví por la tarde, quise contarle a mi mujer lo que me había pasado esa mañana pero antes de que empezara mi historia, sonó