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Mostrando entradas de octubre, 2015

COLECCIONISTA DE RELOJES

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Se me acercó López Lozano contándome una anécdota sobre el último partido del Betis. Estuvimos discutiendo amistosamente sobre si la jugada de Denilson en el área del Athletic Club fue o no fue penalti. Sin llegar a un acuerdo sobre la cuestión, me enseñó un reloj de esos que él suele coleccionar.  Aparte de mechero, el reloj era un artilugio que una vez pulsadas las coordenadas oportunas se convertía en trampa para visitas inoportunas o pesadas. Iba acompañado de un felpudo especial que debía ponerse en la entrada de la vivienda en cuestión. Debajo de ese felpudo se escondía un agujero que te llevaba al pozo ciego más cercano al domicilio en cuestión. Sólo hay que ojear a través de la mirilla de la puerta y pulsar las coordenadas del reloj; si el capullo que hay detrás es una visita indeseable, el felpudo se abre como si se tratara de una trampa para elefantes, llevándole a hacer el viaje sin necesidad de haber comprado billete. Gaelia 2002

JOSE LUIS

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Estaba leyendo el segundo capítulo de La Reina Descalza en mi sillón orejero,  cuando me sobrecogí porque un cuadro de la habitación se había caído. Era una marina pintada al oleo, uno de aquellos paquebotes que transportaban sal desde Formentera a Barcelona, a principios de siglo XX. Estaba muy bien resuelto, con mucha gracia y temple. La luz que reflejaba en el agua del mar, estaba pintada con muchísima delicadeza. Cada punto de luz, cada elemento de color, con una maestría indescriptible. Lo había pintado mi amigo José Luis, cuando empezó con esto de la pintura y ya daba muestras de que iba a ser un buen pintor, admirado por una legión de seguidores. Me lo regaló para mi boda y se lo agradecí colgándolo en una lugar distinguido dentro de mi humilde vivienda. No pudo venir a la boda y se disculpó porque siempre tenía algún achaque consecuencia del atropello que sufrió de niño. Jugábamos a una cosa que no sé si se jugaba fuera de mi ciudad, algo a lo que llamábamos “la lima”, q

QUIMERA DE ATÚN

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Entre mis congéneres hay una dura competencia por llegar a ser un lomo de atún en bote de cristal. Yo me lo he propuesto desde pequeño y siempre he intentado seleccionar mi alimento para no engordar demasiado y estar muy grasiento. Hoy ha llegado el gran día en que me dejaré pescar por algún atunero vasco, pues he llegado a una edad en la que a uno ya no le divierte casi nada. Algunos amigos me dicen que este año quieren ir al mediterráneo porque allí hay unas atunas muy bonitas, pero yo, qué quiere que le diga, estoy empeñado en convertirme en un hermoso bote de lomos de atún, así que aquí estoy esperando que caiga algún anzuelo de los que a mí me gustan. Un día me dijo un amigo que pasaba por aquí en su camino hacia Mallorca,   que a su hermano gemelo lo convirtieron en cientos de latitas con aceite vegetal, ni tan siquiera lo echaron aceite de oliva; y con la claustrofobia que debe dar estar ahí encerrado sin ver la luz, ¡qué horror!. Bueno, ya oigo el ruido de los motores de