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EL MODERNO PROMETEO

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La fastidiosa mosquita con su lengua veloz sabía cómo atraerlas hacia sí.   Coqueteaba con su baile traidor, contoneándose lascivamente, como tentando al diablo. Y yo miraba al cielo con una flor en la boca, aspirando el aire fresco de media tarde, sabedor de que me iba cargado. La mosquita se encargaba de llenar mi cesto con piezas jugosas y sanas. El agua cristalina fluía constante y las truchas caían y caían en sus garras. No había nada como tener una lengua veloz y un cuerpo de ensueño. No le digáis a nadie que supe cómo crear una mosca para pescar, con vida propia. © Gaelia 2018

LA POSVERDAD

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Intuyo que los científicos irán desapareciendo . Tal vez vuelvan algunos aprendices de brujo o quizás algunos charlatanes que nos venderán por televisión remedios contra la caída del pelo o para expulsar los cálculos renales. Creíamos que los curanderos eran cosa del pasado, pero ahora empiezas a verlos por todas partes. Será por el meteorito o por el calentamiento global o porque han aparecido unas plantas muy raras sobre el Guadiana. Después de todo, ¿el motivo qué importa?. Mientras tengamos internet, la vida será cada día más fácil. Es ahí y sólo ahí donde está el secreto del planeta. ¿verdad? Gaelia 2018 ©

RULETA RUSA

Era lo único que podíamos hacer por él, dadas las circunstancias. Intentamos enderezar su comportamiento pero no hizo caso. La pasta que ganábamos cada noche, fue a menos sin motivo aparente. Frutas que no volteaban en las máquinas tragaperras y premios de bingo que ya no tocaban. Los gastos del chaval eran demasiado y ya no aportaba nada tenerlo entre nosotros. La banda decidió comprarle un Mercedes de segunda mano, meterle la cabeza en el wáter y chaparle la puerta de la cueva. Más tarde, una raya, unas copas, una recta larga y el viaje hasta el final. Después de todo, ¿qué habría hecho él por nosotros?

SELLOS

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Comienzan a acumularse en la superficie del planeta, como caídos por alguna de las siete plagas bíblicas. Cientos y miles de ellos caminan por el desierto de Nevada, por Almería, por Murcia, por los confines del Sahara, por los Monegros. Llevados por el viento de poniente que arrasa Tarifa de vez en cuando, vuelan los documentos del nacimiento de mi universo. Ahora valen menos que un vendaval o que la erupción de un volcán. Hace ya mucho tiempo, me quedé sin dinero, sin orgullo y sin mis sellos © Gaelia