DISPARATE SURREALISTA
El tiempo dejó de existir cuando empezó la pandemia. Nada se medía por horas, minutos o segundos. Los días eran soles y lunas y los meses pasaban porque había un ingreso de nómina en la cuenta bancaria. La falta de contacto social había hecho prescindible los horarios, los almanaques, los relojes. No había necesidad de ser puntual o de atender a una norma establecida. La radio emitía asintomática, sin orden, sin saber si Angels Barceló iba por la noche o la mañana o si Pepa Fernández la tendríamos en lo que antaño se conocía como fin de semana. Salía a dar una vuelta por los huertos sociales y me podía encontrar una higuera en plena cosecha, un campo lleno de coles, habas o cardos. Luego llegaba a casa y recogía la correspondencia y siempre era la misma. Nunca se llevaban las cartas de mi buzón y eso que le pegaba los sellos con la lengua. A veces me levantaba y tele trabajaba para que no me despidieran de la compañía de seguros. Las reuniones de trabajo a las que tenía que acudir c