EN UN BAR DE MADRID
Un corazón de lana y acero comenzó a latir rítmicamente. Era una mezcla de fuego y barro que palpitaba en mis manos. Su respiración se hacía cada vez más densa, como líquida. La música de los estopa lo inundaba todo y yo bebía cerveza, como si no hubiera un mañana. El calor de la tarde nos había bajado la tensión y mi mano por debajo de la mesa se movía para que el barómetro no bajara en exceso. Sus muslos tibios, su boca como una delicia de fresa y bajo su camiseta apretada, dos pezones de miel. En la cumbre, el centro del universo libre, sin barreras ni armaduras.
© Gaelia 2019
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