DESDE MI ATALAYA, EN EL 2030
Cómo íbamos a
imaginarnos que no sabía nadar. Contaba historias de cuando estuvo en el Lago
Victoria, tratando de apaciguar a los Melangos en sus luchas intestinas. Nos
tenía embelesados junto al fuego todas las noches, dando detalles de la
corrupción africana. Una mujer con un cuerpo que daba mareo, cultivado en
cientos de horas de gimnasio, mancuernas y sentadillas. Sus artículos en el
dominical tenían siempre la repercusión buscada. Ganaba concursos literarios
con facilidad y cocinaba a las mil maravillas. La hermana Irina era una monja
que inspiraba muchos celos entre las novicias y deseo entre los curas del orfanato.
Llena de virtudes y algún defecto.
© Gaelia 2021
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