REFUGIO
Le confesé a mi padre lo que había hecho y aunque colgó el teléfono
inmediatamente y no pude oír sus reniegos, supe que en esos momentos su grito
se escuchó más allá de la Sierra de los Muertos. Mi madre ya estaba conmigo, lejos de él; lejos
de sus babas de taberna y de sus palizas enólicas. Ya nadie le pondrá las manos
encima, ni la callará cuando quiera hablar, ni la humillará cuando no quiera
hombre hambriento. Mi madre ya estaba a salvo de las garras de quien le pagó
hasta casi reventar.
© Gaelia 2019
Comentarios
Publicar un comentario