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Mientras chirrían tus arrugadas costuras de bronce. Acabé el verso y me quedé sin palabras. Había cogido la libreta de poemas del asiento del autobús. La abrí por el medio y leí varias poesías. Quizás alguien la había olvidado allí o tal vez se trataba de un juego urbano. Miré a mi alrededor por si algún pasajero se había apercibido de lo que me acababa de ocurrir.  Embozados todos en sus mascarillas, no parecía que nadie reparara en mí. Bajé en la parada de cada día y tomé el camino habitual. El frío arreciaba en aquella inolvidable mañana de diciembre. La primera del resto de mi vida.

 

© Gaelia 2020

 

 

 


 

 

Imagen de Pexels en Pixabay 

 

 

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