ALGORTA

Después de trece meses de vida militar, habíamos forjado una gran amistad. Nos despedimos en la Plaza de los Fueros de Estella, con un abrazo y un trozo de papel en la que nos escribimos nuestras señas y teléfonos. Nunca he sabido dónde fue a parar aquel papel que me dio mi amigo "Algorta". Nos prometimos que el día de nuestro cumpleaños nos llamaríamos para saber cómo nos iban las cosas.

Cumplí veintiun años un día de mayo de 1988 y estuvo toda la tarde pendiente de la llamada que mi amigo me haría. Esperé impaciente hasta que mis amigos me llamaron para que fuéramos a tomar unas cervezas y celebrar mi cumpleaños. Volví a casa ya muy tarde y, casi sin hacer ruido,  pregunté a mi madre si alguien había llamado. Me dijo que sí, que un amigo de Algorta me llamó para felicitarme. Le pregunté si le había dado su teléfono, pero no tuve suerte. 

Desde aquel día, cada quince de mayo, me acuerdo de mi compañero de fatigas y acabo pensando que, como a mí me pasó, habrá perdido mis señas.


© Gaelia 2002


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