DIAS GRISES


Jugábamos al fútbol en el viejo parque sin plantas, sin columpios, sin papeleras. Los bancos, en donde no se sentaba nadie, nos servían de portería en aquellos días de otoño. El barrio olía  a Obra Sindical del Hogar y al Yugo y las Flechas de las placas que había sobre las puertas de las fincas de cuatro pisos. Muchos sábados, mientras le dábamos patadas al balón, se aparecía Antonio paseando por las calles del extrarradio de la Barcelona de los 70. Aquel hombre, del que después de unos años no volví a saber nada, solía disfrazarse de forma impecable de cualquier cosa que llamara la atención y se paseaba por los barrios saludando a todo al que se tropezaba. Recuerdo haberlo visto vestido de policía municipal, de torero, de barrendero y hasta del mismísimo Antonio Machín, con micrófono y todo. Llevaba tras de sí una horda de niños de pelo-pringue entusiasmados  por la esperpéntica imagen de aquel pobre desdichado. Llegamos a comprender que quienes iban disfrazados eran los niños y que Antonio no era más que el reflejo del régimen que se derrumbaba a golpe de hoz, martillo y clavel en puño cerrado. Mi madre decía que la mente de Antonio sufrió un trastorno al haber perdido a su mujer y sus dos hijas en un accidente de tráfico. Antonio y sus trajes se han convertido en una de las pocas imágenes en color que recuerdo de aquella época gris que nos tocó vivir.

Gaelia 2004


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