LITORAL URBANO




El paseo de la playa nada tiene que ver con aquel lugar que visitaba cuando era niña. Todo parece más ordenado, más limpio, más integrado en el paisaje, más civilizado. Apenas queda nada de los pinos que se divisaban desde la línea de playa, pero todo se ha hecho más accesible. Ninguno de los famosos chiringuitos hechos a base de cañas y maderas sacadas de quién sabe dónde,  donde servían pescado a la parrilla o frituras de mar. Patinadores, ciclistas, corredores y familias recorren el paseo en busca de algún restaurante donde celebrar el día de las madres. Muchas de ellas, ya en sus últimos días, van acompañadas por una multitud de hijos, hijas, yernos, nueras, nietos y nietas a dejarse parte de la pensión en algún restaurante y poder salir en algún retrato familiar. Los restaurantes que hay ahora, siguen sirviendo manjares salidos del mar, pero ahora estas delicias fueron pescadas hace meses en algún lugar del Atlántico sur o en Marruecos. En el paseo he podido ver la legión de morenitos ofreciendo su mercancía, recién sacadas de las fábricas de la reproducción ilegal. Son la otra cara de todo esto. Para ellos no hay domingo, ni día de las madres, ni existe el paraíso soñado; solamente viven de su manta sobre el suelo y de lo poco que pueden vender en un día tan especial. Un chándal, una pluma estilográfica, ropa interior, polos de marcas internacionales, todo eso es lo que puedes encontrar en el paseo a pocos metros del mar. El viento, el sol  y el olor a sal siguen llevándome a mis recuerdos de infancia y, sin embargo, sigo pensando que ese lugar nada tiene que ver con aquel lugar que visitaba cuando era niña.

Gaelia 2015


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