JOSE LUIS
Estaba leyendo el segundo
capítulo de La Reina Descalza en mi sillón orejero, cuando me sobrecogí
porque un cuadro de la habitación se había caído. Era una marina pintada al oleo,
uno de aquellos paquebotes que transportaban sal desde Formentera a Barcelona,
a principios de siglo XX. Estaba muy bien resuelto, con mucha gracia y temple.
La luz que reflejaba en el agua del mar, estaba pintada con muchísima
delicadeza. Cada punto de luz, cada elemento de color, con una maestría
indescriptible. Lo había pintado mi amigo José Luis, cuando empezó con esto de
la pintura y ya daba muestras de que iba a ser un buen pintor, admirado por una
legión de seguidores. Me lo regaló para mi boda y se lo agradecí colgándolo en
una lugar distinguido dentro de mi humilde vivienda. No pudo venir a la boda y
se disculpó porque siempre tenía algún achaque consecuencia del atropello que
sufrió de niño. Jugábamos a una cosa que no sé si se jugaba fuera de mi ciudad,
algo a lo que llamábamos “la lima”, que consistía en clavar una lima sin mango
sobre el suelo húmedo y sortear unos obstáculos pintados a modo de
cuadros. José Luis tenía que lanzar la lima puesto que era su turno y uno de
los chavales que andábamos allí, quiso quitársela para lanzar él. Forcejearon
con la herramienta, con tan mala suerte que José Luis cayó a la calzada en el
momento que pasaba un camión. Solamente recuerdo el pequeño cuerpo de José Luis
debajo de las ruedas del camión. Tuvo muchos ingresos, altas, operaciones,
transplantes de piel y todo el cariño y el cuidado de su familia y amigos. José
Luis salió de aquel trance con unas cuantas secuelas, pero no perdió jamás su
sonrisa. Tras el susto de ver el cuadro en el suelo, lo he retirado del marco
roto y he leído su dedicatoria: “que te sirva de guía a partir de ahora. Tu
amigo, José Luis”. A la media hora ha sonado mi móvil, era mi madre. Me ha dado
la noticia y no he podido más que ponerme a escribir. Mi vecino y amigo de la
infancia José Luis, ha muerto en el hospital.
Gaelia 2015
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