ENERGIAS DESCONOCIDAS
Cuando se ausentaba de casa era
cuando salíamos de nuestro armario. Allí permanecíamos sin
hacer ruido. Entre las chaquetas y los abrigos era donde Adela había acomodado
su pequeño redil, para que los niños estuvieran algo más anchos. Yo, sin
embargo, me tenía que conformar con la parte trasera del altillo, donde
guardaba las cajas de zapatos de la temporada anterior. Prefería que ellos
disfrutaran del lujo de la parte inferior, justo donde más luz natural hay. Al
final, cuando abriamos las puertas y saltábamos, el desenfreno se apoderaba de
nosotros, como le pasaría a cualquier familia de duendes
© Gaelia 2019
Comentarios
Publicar un comentario