MASCOTAS
Ordenó sin pestañear que lo atiborraran a hemicraneal a
deshoras, que le dieran manzanas llenas de gusanos o que lo sumergieran en un
cubo de agua cuando su zumbido inundara la salita y le despertara.
Cuidaba de su tamagotchi con fascinación para tenerlo listo
el sábado por la mañana; sano y sin mácula hasta la hora de la siesta, hasta
que su padre se retiraba a la salita, encendía el televisor y se ponía a
dormir. Era entonces cuando dejaba el tamagotchi sobre una mesita y cerraba la
puerta, tal como quería su madre.
© Gaelia 2019
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