EL ÚLTIMO ASALTO


El masajista no tardó en reconocer aquel lunar bajo la nuca. Siguió con la terapia marcada por el Capitán médico. No debía entrometerse, pensó. Mejor mirar para otro lado. Sabía que aquello no era una bendición del cielo. Más bien lo contrario. El mal del averno se filtra por la piel en el campo de batalla, en el en el interior de los carros, en los restos de munición sobre las manos. Acabó con la sesión de rehabilitación y firmó el alta del soldado. Disponible para el servicio, rezaba el informe. Disponible para el asalto al último reducto del enemigo. Disponible para morir

Gaelia 2016




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