ENTRE EL QUINTO Y EL SEXTO
Pestañeó dos veces para decir que
sí o tal vez lo hizo para salir de su asombro. Estábamos pegados el uno al
otro, sin movernos, sin decirnos nada. Luces de emergencia y penumbra volátil.
Solos en el habitáculo y parados en medio de la columna de cables y hormigón
armado. Escuchaba su respiración que intentaba controlar el agobio y yo al oírla,
sudaba por dentro. Abracé su cuerpo, con la suave fuerza que necesitaba para subir
al cielo. Volvió a pestañear dos veces y por primera vez noté sus labios contra
los míos. Así, decidí dejar el ascensor entre el quinto y el sexto.
© Gaelia 2018
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