NUEVOS TIEMPOS




Pestañeó dos veces para decir que sí y nunca supe por qué hizo ese gesto. Las cartas de la abuela se amontonaban en el viejo cajón de la cómoda isabelina. Aquél cajón siempre había estado cerrado con la llave que mi padre guardaba en el secreter de la buhardilla. Nunca me atreví a abrirlo, sabedor de que para él las cartas de su madre eran como el nudo entre el presente y su pasado. Me prometió que cuando cumpliera quince años, aquellas cartas serían mías y debería guardarlas como un tesoro. Después de veinte años, he decidido almacenar una copia en una memoria USB.


© Gaelia 2018



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