MUNDIAL DE SUDAFRICA
«El árbitro añadió catorce
minutos», logré decir, sin pensar que aquello era una locura, en mitad de la
prórroga. Me miraron con cara de desprecio, pero no hice caso. Deseaba que la
final no acabase sin la victoria de la selección. Se palpaba la tensión y los
nervios. Entonces vino el gol. Saltamos, chillamos, me dio un parraque, la tele
a toda voz salía por la puerta del balcón, ladró el perro como nunca lo había
visto y nos fundimos en abrazos y voces. Iniesta nos hizo felices.
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